
- Nacionalidad: Francia, Austria, Alemania e Italia,2005
- Dirección y guión: Michael Haneke.
- Producción: Margaret Menegoz y Veit Heiduschka.
- Fotografía: Christian Berger.
- Reparto: Daniel Auteuil (Georges), Juliette Binoche (Anne), Maurice Bénichou (Majid), Annie Girardot (Madre de Georges), Lester Makedonsky (Pierrot), Bernard Le Coq (Editor), Walid Afkir (Hijo de Majid), Daniel Duval (Pierre), Nathalie Richard (Mathilde), Denis Podalydès (Yvon), Aissa Maiga (Chantal).
- Montaje: Michael Hudecek y Nadine Muse.
- Diseño de producción: Emmanuel De Chauvigny y Christoph Kanter.
- Vestuario: Lisy Christl.
- Duración: 115 min.
La historia
George (Daniel Auteuil) es un periodista intelectual de clase burguesa francés que vive una vida apacible con su mujer Anne (Juliette Binoche) y su hijo adolescente. La familia comienza a recibir inquietantes vídeos anónimos grabados desde la calle frente a su casa en los que se los ve entrando y saliendo del domicilio familiar. Los vídeos pronto se vuelven más personales y están acompañados de unos dibujos extraños que hacen a George revivir sus fantasmas del pasado. Creyendo saber quien es el autor de los vídeos va a visitar a un hombre, Rajid, al que en su día cambió la vida. Se trata de un inmigrante argelino hijo de unos trabajadores de los padres de George que murieron a causa de la manifestación que tuvo lugar en París en 1961. Los padres del protagonista quisieron adoptar al huérfano pero George tendió una trampa al niño motivando su envío a un orfanato. Piensa que le envía los vídeos por venganza. En una de las cintas recibidas hay un recorrido hasta la puerta de una casa. Georges decide ir por él mismo ya que la policía les había negado ayuda a la pareja alegando que unos vídeos no pueden motivar una investigación. Al llegar allí se encuentra con Rajid al que increpa violentamente por mandarle los vídeos, cosa que éste niega. Mientras, George oculta su pasado a su esposa Anne, hasta que un día el hijo de la pareja no va a dormir a casa. Entonces acuden a la policía para denunciar a Rajid, el cual es detenido junto con su hijo. El niño aparece al día siguiente y se descubre que se había quedado a dormir en casa de un amigo sin avisar a los padres porque está enfadado con la madre a la que acusa de tener un lío con su jefe. Georges recibe una llamada de Rajid para que vaya a verle y estando allí el hombre se corta el cuello. El final es tan inquietante como el principio pues no se cierra la historia, no se nos dice quien era el autor de los vídeos dejándonos igual de desconcertados que los personajes.
Temas recurrentes del director reaparecen en Caché. Una constante de las películas de Haneke es la violencia injustificada que ya apareciera en Funny Game o el Vídeo de Benny con las que también comparte el protagonismo la mediación tecnológica.
Constituye a su vez una crítica a la clase burguesa francesa, a su falsa vida perfecta. La pareja protagonista da la talla de intelectuales con una vida de clase alta, en la que predominan las aparentes conversaciones profundas que en realidad ocultan toda la miseria de una clase que no está dispuesta a dar a conocer sus debilidades y vergüenzas construyendo una relación basada en la mentira. Aunque las mayores mentiras vengan de parte de Geroge, el personaje de Binoche, también parece ocultar una relación sentimental con su jefe. Está en manos del espectador decidir si esto es así o no.
Lo que caracteriza al cine de Haneke es la búsqueda de una respuesta en el espectador, tanto ante la violencia como ante la falta de resolución de la trama. No hay que olvidar que gran parte del placer obtenido ante el cine clásico de Hollywood deriva de la impresión del espectador de observar desde un lugar oculto. En Caché esto se pone en duda produciéndose una identificación entre los protagonistas de la película y los propios espectadores, que tienen la sensación de ser descubiertos. Lo que generan esas anónimas cintas es un extrañamiento continuo.
La incomodidad de la seguridad
Ese primer plano fijo en el que no ocurre nada ya nos incomoda porque esperamos que suceda algo que no ocurre. Una vez que entendemos que es una cinta que ve el matrimonio protagonista y entramos en el mundo ficcional hay momentos en que nos preguntamos si lo que vemos es parte de la “vida” de los personajes o corresponde al visionado de una nueva cinta. Con este tipo de recursos consigue Haneke involucrar al espectador en la construcción de significado.
En este sentido es también fundamental el fuera de campo: no saber quien habla sobre esas imágenes del arranque y por supuesto el desconocer quién está tras la cámara que graba a los protagonistas. ¿Cómo es posible que nunca le vean si se acerca tanto a ellos? sobre todo en la cinta del encuentro entre George y Rajid. También se altera el clásico juego de plano contraplano en las conversaciones entre dos personajes: en varias ocasiones la cámara permanece con uno de ellos, explorando sus gestos faciales, mientras el otro articula su discurso fuera de campo. Esto en cierta manera reproduce la contínua vigilancia a la que nos vemos sometidos los ciudadanos, sin nuestro consentimiento, en nuestra vida diaria con las cámaras instaladas por las calles y locales de todas las ciudades. Esa fijeza de los planos o los movimientos sobre el propio eje de la cámara es típica de esas cámaras instaladas para la seguridad. Haneke denuncia aquí el empleo de ese tipo de cámaras creando todo lo contrario a una situación segura. Parece decirnos que somos observados y no sabemos por quién ni para qué.
El espectador a examen
La ausencia de música consigue aportar intensidad al sentimiento de extrañamiento y realismo a la historia. Los silencios de las conversaciones de la pareja se llenan únicamente con la monótona narración que la televisión hace del mundo trayendo a nuestros hogares lo peor de la condición humana sin siquiera conseguir que nos interese realmente. Esto conecta con la actual era de la sospecha de los medios de comunicación en la que nos encontramos inmersos. La espectacularidad que caracteriza a los medios de comunicación ha provocado la falta de crédito de los mismos y por ende de las informaciones que ofrecen. Por ello al ser testigos de las tragedias mundiales no nos sentimos culpables. El sentimiento de culpa no es manifiesto pero sí latente. Muchos optan por lavar sus conciencias haciendo una obra de caridad de vez en cuando, en forma de acciones de voluntariado pero mayormente donando una pequeña cantidad de dinero mensual. Con ello quedamos eximidos de toda culpa. Es lo que ocurre con el personaje de George, que afirma no sentirse responsable de lo sucedido con Rajid, pero su forma de actuar cuando se encuentra con él no nos sugiere lo mismo. La culpa lo sigue, es la debilidad del personaje que comienza la historia sin saber siquiera que tiene este problema y poco a poco al ver desestabilizado su mundo irá asumiendo su problema auque lo rechace. Nunca admitirá su culpabilidad, como demuestra el hecho de que ni siquiera se disculpe por lo que hizo de niño.
El final de la película es tan desconcertante como el arranque. No se nos ofrece una resolución, de hecho se nos confunde aún más con esa conversación que no escuchamos del hijo de Rajid con el hijo de la pareja protagonista. Las posibilidades son varias y ninguna parece más válida que el resto. Lo importante no es la historia como narración de sucesos que se desarrollan a través de relaciones causales, sino el sentimiento que se experimenta al contemplarlos. Al final no importa quien grabara las cintas, sino el proceso de catarsis sufrido a raíz de esa violencia soterrada que conlleva el ser observado, sufrido tanto por los protagonistas como por los espectadores. Lo fundamental es que Caché acaba por despertar al espectador de su letargo pasivo y lo saca a la luz exponiéndolo en la pantalla para que pase de ser observador a ser observado. De ahí surge toda la ansiedad y la violencia contenida en la película que traspasa la pantalla al conseguir la identificación entre la pareja y los espectadores. Nos sentimos culpables por ignorar al mundo y por la falta de valentía de mirar sin ser vistos. Además se nos exige un papel activo a la hora de clausurar la trama, se nos implica en la película y debemos disfrutar de este privilegio que nos ofrece Haneke.

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