lunes, 29 de junio de 2009

Dollhouse y Dr. Horrible

FOX ha confirmado la presencia de Dollhouse para el Viernes 24 de Julio en el encuentro del Comic Con de San Diego, que los españoles podremos disfrutar por la web. Con la intervención de Joss Whedon y Eliza Dushku se presentará la segunda temporada de la serie y el episodio final de la primera temporada, inédito para su comercialización en DVD, "Epitaph One".

Poco sabemos de este último episodio pero está claro que podremos ver algo diferente ya que se sitúa 30 años en el futuro. Felicia Day aparece como estrella invitada y gracias a ella han llegado a la web cuatro fotos del rodaje:

Sabemos que la segunda temporada no se estrenará en EE.UU hasta el 18 de Septiembre. Hasta entonces para calmar el mono recomiendo para aquellos que no la hayan visto todavía la miniserie musical para internet Dr. Horrible sing-along.

Se trata de una opera clásica en tres actos al más puro estilo whedoniano. El Dr. Horrible, interpretado por Neil Patrick Harris (How I Meet Your Mother) quiere ingresar en la Malvada Liga de los Malvados pero su archienemigo el Capitán Hammer, interpretado por Nathan Fillion (Firefly), va a sabotear todos sus planes. En medio de todo esto van a luchar por el amor de Penny (Felicia Day).

La forma legal de verlo a través del blog oficial está vetada para los no residentes en EE.UU, así que nos queda la vía ilegal. Aquí dejo un link para verla a través de vimeo:

http://www.vimeo.com/1386649 (gracias a enriquesanz).

domingo, 28 de junio de 2009

InLaNd EmPiRe

  • Nacionalidad: USA, Polonia y Francia, 2006
  • Dirección y guión: David Lynch.
  • Producción: David Lynch y Mary Sweeney.
  • Fotografía: Odd-Geir Saether.
  • Reparto: Laura Dern (Nikki Grace/Susan Blue), Jeremy Irons (Kingsley Stewart), Justin Theroux (Devon Berk/Billy Side), Harry Dean Stanton (Freddie Howard), William H. Macy (anunciador), Jan Hench (Janek), Bellina Logan (Linda), Amanda Foreman (Tracy), Diane Ladd (Marilyn Levens), Kristen Kerr (Lori), Julia Ormond (Doris Side).
  • Montaje: David Lynch.
  • Dirección artística: Christina Wilson y Wojciech Wolniak.
  • Vestuario: Heidi Bivens y Karen Baird.
  • Duración: 178 min.

Un recorrido laberíntico hacia el inconsciente

El reto a la hora de hablar de Inland Empire es darle un sentido completo a la obra. La trama, aunque parezca difícil de dilucidar, está presente, pero viene acompañada de tanta escena onírica desencajada de la historia que la película se convierte en un caótico paseo por un laberinto de modo que cuando parece que se alcanza la salida nos devuelve a un punto anterior por el que ya hemos pasado.

La historia nos presenta a una mujer a la que tras varios años al margen del negocio del cine se le ofrece la oportunidad de volver a él. Tras liarse con el co-protagonista de la película empieza a confundir el plano de la realidad y la ficción para desvelarnos al final la debilidad del personaje: una mujer que se siente prostituida en su vida matrimonial y en su vida profesional.

Desde su estreno en 2007 muchas han sido las teorías que se han planteado entorno a ella, consiguiendo a la par los elogios de la crítica (fue elegida como mejor película de 2007 por los críticos de Cahiers-España) e insultos de la mayoría de espectadores.

Las piezas pérdidas del puzzle

David Lynch es un director muy ligado a lo onírico y surrealista que a lo largo de su carrera ha ido despegándose cada vez más del plano narrativo y se ha acercado a la experimentación con los sentidos. Desde Twin Peaks ha estado presente esa dimensión surrealista que en la serie se empleó como una apuesta por la estética y lo simbólico, pero todavía primaba una trama coherente o clásica en cierto sentido. Lo importante era la acción, y lo simbólico aparecía cubriéndolo todo pero en un segundo plano. Ya con Mulholland Drive (2001) se adentra totalmente en el mundo de los sueños y lo simbólico construyendo un puzzle en el que el espectador tiene que encajar las piezas para extraer algo coherente. Lo importante es esa sensación de incoherencia que encierra muy al fondo una historia coherente. En Mulholland Drive, con la que comparte la temática de la industria del cine, haciendo un esfuerzo y empleando ciertas pistas que ofrece su director todavía somos capaces de reconstruir la historia.

Con Inland Empire, ese juego que se propone al espectador por desentrañar el misterio de la película se complica hasta el punto de que faltan piezas para poder comprender la historia, al tiempo que sobran otras, empleadas para empantanar la resolución. Las piezas sobrantes encriptan aún más la trama y se emplean, además de para el despiste, para la pura recreación en la imagen. El inconsciente más profundo de Lynch aparece plasmado en imágenes imposibles de interpretar acertadamente porque tendríamos que ser Lynch o al menos conocerlo. Si podemos darles un sentido propio, convirtiéndose la película en algo diferente según el espectador que la contemple.

Fundamental es la interpretación de la protagonista que aprueba con nota el dar sentimientos a un personaje carente de una personalidad coherente. Laura Dern consigue convertir en una verdadera mujer a Nikki, o Sue (nombre que recibe en la película que lleva a cabo dentro del filme) y transmitir el desequilibrio emocional en esos abundantes primeros planos donde la expresividad es fundamental. Su rostro consigue ser tan desequilibrado como la “estructura” de la película.

El metacine anticinematográfico

Hablo de estructura entre comillas porque no parece que la haya, ya que la sucesión de escenas no sigue el principio de causa-efecto pero tampoco parece haber una secuencialización que siga ningún tipo de asociación. El inconsciente es lo que predomina, el azar de las escenas que bien podrían haberse secuncializado de cualquier otra manera. El recorrido que se nos propone es el de una persona que ha perdido toda referencia de la realidad y vive atrapada en su mundo interior.

El rodaje se alargó durante tres años: al principio, gracias al empleo de una cámara de vídeo digital, sólo estaban presentes el director y la actriz principal para más tarde incorporarse un verdadero equipo de rodaje. Esta forma de trabajar, no sobre guión, sino sobre el montaje le permitía grabar y grabar escenas conforme se le ocurrían sin conocer, como el propio Lynch ha declarado, a dónde quería llegar. Y visto el resultado parece que tampoco quiso llegar a ningún sitio en particular a través del montaje.

Inland Empire parece estar dividida en dos películas: una primera parte en la que haciendo un pequeño esfuerzo nos parece comprender de que va la historia y hacia donde se dirige y una segunda en la que se produce un desvío y ya no podemos volver a la carretera principal. Ese desvío de la realidad y de la historia nos conduce una y otra vez a las mismas escenas. La linealidad se rompe para construir una “estructura” en espiral de la que no podemos escapar. Ese retorno sin embargo no se produce para ir dando a conocer al espectador los datos necesarios para la comprensión, sino que cada vuelta atrás añade nuevos matices que empantanan aún más la posible interpretación.

El formato de vídeo digital ayuda a construir la inestabilidad de la ausencia de coherencia de la totalidad del filme. Los planos cámara al hombro y tan cercanos a los personaje provocan el desvío de la mirada clásica y ofrecen una imagen alejada de la cinematográfica convencional, carente del característico grano del 35mm. Además los personajes parecen estar desvinculados del fondo, como si estuvieran en planos diferentes que han sido superpuestos en el montaje.

En toda la película tenemos consciencia de la presencia de la cámara, de que hay alguien registrando los acontecimientos que vemos, rompiendo la ilusión de la invisibilidad.

El empleo de la luz se hace también visible revelando la existencia de un demiurgo que todo lo controla. El paso de la oscuridad al descubrimiento por la llegada de la luz en ciertas escenas o la ya recurrente lámpara roja evidencian la artificialidad de la iluminación. En la película todo es artificio: sólo hace falta recordar la críptica escena de los conejos que parecen representar unasitcom. No hay escena más artificial que ésta en la película y con menos sentido.

La música aparece poco y en un segundo plano, a excepción de una escena en la que los protagonistas interpretan a sus personajes en el filme que se está rodando. En ella, la música se eleva hasta hacerse notar en primer plano su presencia. El resto del tiempo la ausencia es casi total reforzando la tensión surgida de los numerosos silencios y diálogos anticinematográficos.

El metacine es protagonista del filme, pues la excusa que arranca la “historia” es el rodaje de una película. Además los mecanismos señalados arriba para manifestar la manipulación de la historia es otra forma de reflexionar sobre la construcción del cine. Una opción para el espectador es ésta: apostar porque la película de Lynch nos es más que una reflexión sobre el cine en todos sus aspectos, construída en función de todo aquello que es anticinematográfico.

La sinrazón

La sensación final después de tres horas de completa atención a la película, por no perdernos el dato esperado que dará sentido a toda la historia y que nunca llega, es, en principio, la decepción. En un primer momento se puede pensar que nos han tomado el pelo, que Lynch nos ha mareado de aquí para allá para acabar riéndose de nosotros. Pero en un segundo momento de reflexión hay que reconocer a Inland Empire ciertas cosas. Precisamente que nos mantiene atentos y sin pestañear las tres horas que dura la cinta y ¿cómo consigue esto? Estableciendo un juego con el espectador, que se convierte en cierta manera en Sherlock Holmes esforzándose al máximo por desentrañar la trama. La tensión es constante, el interés se mantiene a través del mecanismo de falsa resolución, es decir, a veces parece que hemos conseguido resolver el misterio y encajar cada pieza de la trama en su sitio para que la escena siguiente nos vuelva a desmontar nuestra teoría. Inland Empire es un experimento por sí misma que experimenta con sus espectadores. En ocasiones parece que nos reta y se burla de nosotros.

El problema que se nos plantea como espectadores es sencillo y a la vez casi imposible: dejar a un lado la razón para que nos llegue la emoción surgida de cada plano de forma individual, es decir, dejar que nuestros sentidos respondan ante los estímulos de forma irracional.

La ClAsE

  • Nacionalidad: Francia 2008
  • Título original: Entre les murs
  • Dirección: Laurent Cantet.
  • Guión: Laurent Cantet, François Bégaudeau y Robin Campillo; basado en la novela de François Bégaudeau.
  • Producción: Carole Scotta, Caroline Benjo, Barbara Letellier y Simon Arnal.
  • Fotografía: Pierre Milon, Catherine Pujol y Georgi Lazarevski.
  • Reparto: François Bégaudeau, Vincent Caire, Olivier Dupeyron, Patrick Dureuil, Frédéric Faujas, Laura Baquela, Juliette Demaille, Dalla Doucoure, Esméralda Ouertani, Franck Keïta, Wei Huang.
  • Duración: 128 min.

En el espacio acotado entre los muros de la escuela se sitúa esta historia, que pretende ser una radiografía de la sociedad francesa. Con la presencia multirracial de los alumnos de un suburbio francés y el entramado de relaciones establecidas entre ellos y los profesores se traza este reflejo y a la vez crítica de una problemática contemporánea. Todo ello, se envuelve en un lenguaje documental, convirtiendo la película en una especie de documento testimonial de cierta realidad.

Una mirada contemporánea

La película es una adaptación de un libro de François Bégaudeau de nombre homónimo que versa sobre la actividad de un instituto en un año lectivo. Él autor es coguionista del filme. Según cuentan los propios guionistas se trató de un proceso de adaptación libre, tomando los personajes que les interesaban y algunas situaciones a partir de las cuales desarrollaron el resto de los conflictos.

Para la elección de los alumnos que componen la clase se organizaron una serie de talleres en el instituto Françoise Dolto a los que asistieron de manera voluntaria unos 50 escolares. Al finalizar con estos talleres permanecieron en el proyecto los jóvenes que asistieron el año completo. Trabajando con ellos y a partir de su propia personalidad se acabaron de moldear los personajes. Los profesores también son docentes del centro, así como los padres de los alumnos, que se representan, o mejor se presentan, a sí mismos.

La historia se sitúa en la Francia contemporánea empleándose la clase como metáfora para representar la sociedad francesa. Numerosas han sido las protestas de los jóvenes de los suburbios, sobretodo, inmigrantes contra la situación en la que se encuentran: parados, sin esperanzas de encontrar empleo y desamparados por un estado que no se preocupa por ayudarlos. La posición tomada por los profesores ante ciertos problemas que surgen a lo largo de la historia es un reflejo de cierta ideología expandida, no ya en Francia, sino en la mayoría de las sociedades occidentales: la pasividad con la que cada vez más aceptamos las cosas que nos vienen dadas.

Los personajes y la metáfora

Aunque las comparaciones siempre son odiosas no puedo dejar de traer a la memoria películas como Mentes peligrosas o El club de los poetas muertos. Las similitudes son evidentes: el grueso de la trama gira en torno a la relación de una serie de adolescentes, de los suburbios en el primer caso y de un refinado colegio privado en el segundo, con su profesor. Pero las diferencias son aún mayores. En estas dos citadas películas los profesores cuentan con una suerte de poder mágico para hipnotizar a sus alumnos y transmitirles la pasión por lo que enseñan o la importancia de estudiar para tener una vida mejor. Ambos dejan una huella imborrable en sus alumnos. Este no es el caso de La Clase. La película no presenta a un salvador que a través de la pasión por la asignatura que enseña y su dedicación consigue cambiar o siquiera dejar la más mínima huella en el alumnado. Aquí se trata de mostrar la interacción humana, los posibles conflictos que pueden surgir por cuestiones de raza, fútbol, vestimenta y carácter de cada uno. Las relaciones que se establecen no llevan a ningún sitio, no conducen a una historia convencionalmente hablando. La Clase privilegia el plano de los personajes y de la metáfora contenida en la historia sobre la propia historia y la narración.

Ese plano de la metáfora, de lo que se quiere contar, plantea varias cuestiones. Una de ellas es la convivencia de diferentes razas y culturas en la misma sociedad, en el mismo microespacio de la clase. Se produce el enfrentamiento de las diferentes visiones que cada uno, influenciado por sus raíces, tiene del mundo. Por ejemplo cuando uno de los alumnos intenta explicar por qué se siente avergonzado de comer con la madre de su amigo, ni siquiera el profesor es capaz de entenderlo. Otro tema planteado es cómo nos define la forma de vestirnos o la forma en que hablamos. Que la asignatura que da Marin, el tutor de esta clase, sea lengua francesa no es casualidad. El profesor repite constantemente durante el transcurso de la historia la importancia que tiene saber emplear diversos registros en las diferentes situaciones cotidianas o profesionales con las que nos encontremos: del coloquial al escrito más ortodoxo. La postura del tutor parece ser que el lenguaje nos conforma, nos construye como personas y cuanto mayor sea nuestro conocimiento de éste mejores personas seremos, en el sentido de más cultas, instruidas. El lenguaje es vital para la vida. Los alumnos no creen que sea necesario. Le preguntan que sentido tiene estudiar los tiempos verbales subjuntivos si no se usan. Los alumnos no ven la utilidad práctica de aprender francés más allá que para emplearlo en la conversaciones día a día con los padres y los amigos. Pero el lenguaje nos construye no sólo como personas, la cultura y la sociedad está mediada por la lengua. Su conocimiento nos ayuda a enfrentarnos mejor a ella.

La ficción documental

Todas estas cuestiones se plantean bajo herramientas documentales. La ficción toma aspecto de realidad por el empleo de ciertas técnicas.

Una de las primeras cosas que percibimos es que la totalidad de la realización se lleva a cabo cámara al hombro, con continuos tirones de zoom para abrir o cerrar plano. La mayor parte de los planos son primeros o medios, con muy pocos generales. Esta característica se emplea para acercarnos a los personajes y dejarnos ver sus gestos, para que transmitan con la mirada o la expresión. En realización a ello la actuación está más cerca de ser una presentación que una representación. Como dije más arriba los personajes de los alumnos tienen mucho de los jóvenes que los interpretan, pero el tutor, François Bégaudeau -escritor del libro original y co-guionista- se interpreta a sí mismo. Esto se percibe en la naturalidad de la actuación y la fluidez de la interpretación porque apenas existen. Esta naturalidad también se genera por la ausencia de música en toda la película y el empleo de una luz, que si no es natural completamente sí que pretende serlo y con buenos resultados.

La intervención externa pretende ser reducida al mínimo. Hay escenas en que se evidencia la planificación, sobretodo un par de ellas en el transcurso de una clase en que los alumnos hablan interrumpiéndose unos a otros, pero lo hacen de tal forma que dejan escuchar lo importante del parlamento de los otros antes de que se produzca la interrupción.

El “espacio off” o la historia que no vemos es también fundamental en la película. Me refiero a lo que les sucede, sobretodo a los alumnos, en su vida diaria al margen del colegio. La cámara nunca abandona este microespacio que se erige, además de cómo símbolo de la sociedad, como representación de la autoridad, de las instituciones que deben formarnos, proporcionarnos bienestar y protección. Aquí se nos presenta sólo un plano de la vida de los alumnos, pero este espacio protegido “entre los muros” no está aislado del mundo. La situación exterior le afecta, y por tanto las posibles soluciones a los problemas que aquí se dan no son reales, porque no se contempla la situación en su totalidad. Desde lo local no se mejora lo global y desde el colegio no se forma una persona completa.

A lo largo de la historia la emoción surge de los conflictos que se plantean y de los mecanismos que se emplean para representarlos, llegando a los espectadores con cierto halo de realidad debido a las fuentes documentales pero con bastante presencia ficcional. En pocos momentos se nos olvida que estamos viendo una película con forma documental que quiere ser una radiografía de la contemporaneidad francesa.

El final de la historia transmite cierta sensación de estructura circular. Los dos últimos planos, de los pocos generales, presentan las aulas vacías mientras se escucha el sonido que sube del patio. Después de todo un curso escolar de esfuerzo por parte de los profesores por ayudar a los alumnos más allá de memorizar la temática correspondiente, el verano llega para borrar cualquier progreso que se haya conseguido, de tal forma que si La clase fuera realmente un documental y tuviera segunda parte, al año siguiente partiría de la misma situación para terminar de la misma forma.

lunes, 22 de junio de 2009

HiStOrIaS MiNiMaS

La Simplicidad del Cine de Verdad

  • Nacionalidad: Argentina y España, 2002
  • Dirección: Carlos Sorin.
  • Guión: Pablo Solarz.
  • Fotografía: Hugo Colace.
  • Interpretación: Javier Lombardo (Roberto), Antonio Benedictis (Don Justo), Javiera Bravo (María), Laura Vagnoni (Estela), Mariela Díaz (Amiga de María), Julia Solomonoff (Julia), Anibal Maldonado (Don Fermín), Magín César García (Cesar García), María Rosa Cianferoni (Ana), Carlos Monteros (Losa).
  • Música: Nicolás Sorín.
  • Producción: Martín Bardi.
  • Duración: 92 min.


La película nos presenta tres historias de lo más simple y lo más conmovedor que se unen en el transcurso de un viaje al estilo de una road movie, enmarcado en el vasto terreno de la Patagonia Austral. El gran logro de Historias mínimas se convierte en acercarnos a situaciones cotidianas de gente de verdad.

Tres viajes y una historia

La historia principal es la de un anciano comerciante retirado, Don Justo, que pasa los días sentado frente a la que fuera su tienda de carretera, ahora regentada por su hijo. Emprende un largo viaje por encontrar a su perro perdido. Para ello tendrá que escapar a escondidas de su hijo, que no le permite viajar, y contar con la solidaridad de las gentes del lugar que lo ayudarán a llegar a San Julián y una vez allí a encontrar al animal. La determinación por volver a reunirse con el perro nos hace sospechar que existe una razón de peso para ello que descubriremos al final.

En su camino se encuentra con un comerciante que se dirige a visitar a una cliente viuda a cuyo hijo lleva una tarta de cumpleaños. Convencido, por la lectura de libros de autoayuda y éxito personal que él mismo vende, de que con este gesto conseguirá el amor de la mujer. Durante el trayecto comienza a dudar si René, el hijo de la cliente, es niña o niño, por lo que decide remodelar la tarta para hacerla unisex, valiéndose de la altruista colaboración de una señora mayor de un pequeño pueblo.

La historia más pequeña de las tres es la de María, una joven extremadamente pobre que ha sido seleccionada para participar en un concurso de televisión que se celebra en San Julián, cuyo mayor premio es un robot de cocina.

Esta es la tercera obra del director Carlos Sorín, que tras trece años dedicados a la realización publicitaria vuelve al cine para ofrecer un lenguaje totalmente opuesto al de los anuncios.

Culminación de un proceso de aprendizaje

Sorín es un director Argentino, nacido en Buenos Aires que estudió cine en la Universidad de La Plata e inició su carrera en cine publicitario bajo el amparo de Alberto Fischerman. Durante 20 años realizó labores de director de fotografía publicitaria y dirigió la iluminación de varios filmes underground, en su mayoría inéditos. Su primera obra, La era del Ñandú ,fue un falso documental realizado para la televisión argentina del que apenas quedan pruebas de su existencia. De hecho no suele aparecer entre su filmografía.

Su salto al cine se produjo en 1986 con La película del Rey. Cuenta la historia de un cineasta empeñado en rodar la vida de Orllie Amoine, un francés que se proclamó rey de la Patagonia. Con este historia del cine dentro del cine Sorín conquistó al público y la crítica.

Su segunda cinta, Eterna Sonrisa de New Jersey (1989) puede señalarse como la causa más plausible por la cual Sorín permaneció 13 años al margen de la realización cinematográfica. Una obra de gran presupuesto que contó con un numeroso equipo técnico y que acabó escapando al control del realizador, que no estuvo de acuerdo en el montaje final. A día de hoy la sigue considerando un fracaso personal. El propio Sorín afirma que el reconocimiento y los premios obtenidos con la anterior película nublaron su visión a la hora de enfrentarse a esta producción. Por ello, decidió permanecer alejado del cine el tiempo suficiente como para madurar y volver a recuperar la humildad perdida.

En Historias mínimas confluye toda la experiencia previa de Sorín. Recupera la labor de su primer filme y aplica la lección aprendida en el segundo y posteriores años de crecimiento personal. Con un presupuesto mínimo, un equipo muy profesional y reducido, con actores no profesionales y una idea aún más simple, bien trabajada, se construye este fragmento de vida que constituye la película. La idea de Sorín era hacer una película reduciéndolo todo al mínimo para dejar que la emoción fluyera directamente desde los actores a los espectadores.

La fuente documental

La película se mueve en la corriente de cine social-realista que tantas otras películas Argentinas, y en general latinoamericanas, promueven, pero se aleja de los núcleos urbanos para adentrarse en el desierto de la Patagonia. El realismo no viene dado únicamente por la temática sino también por elementos formales.

La manera en que se realiza, rodando el máximo material posible y planteando una puesta en escena flexible, emplea mecanismos propios del rodaje documental. Como también es propio de este lenguaje el dar forma al producto final en el montaje, momento en que verdaderamente se cierra el guión. Con estos recursos Sorín no busca esa máxima tradicional asociada al documental de mostrar la realidad tal y como es, sin mediaciones, pero sí busca transmitir esa sensación de apego absoluto a la verdad. Del acercamiento a la verdad y a las expresiones y gestos de los actores surge la intensidad dramática.

Por ello, fue fundamental la elección del casting, ya que en Historias mínimas no hay personajes, hay personas. Así los actores de la película son habitantes reales de la Patagonia, que comparten muchas cosas con los personajes que representan, ya que una vez que se decidió el casting definitivo Sorín llegó a reescribir en función de la personalidad de los seleccionados.

El rodaje se llevó a cabo con dos cámaras, para registrar mejor las reacciones “improvisadas”. Sorín no realizó un trabajo de dirección de actores al estilo convencional porque lo que le interesaba era precisamente la reacción real de los personajes frente a las situaciones que se les presentan. Por ello las escenas no están ensayadas, lo cual aporta aún más naturalidad a la actuación.

La eliminación de todo artificio que evidencie la ficción conlleva el empleo de luz natural en la mayor parte de las escenas. Esto lo permite también el hecho de que la mayor parte de la historia transcurra en la carretera, con la vasta extensión de la Patagonia de fondo. La relción fondo-figura, en especial en la escena en que Don Justo camina al borde de la carretera justo antes de ser recogido por la bióloga, evidencia la pequeñez humana frente a la inmensidad del paisaje. Como natural es la luz empleada también lo son los espacios: no hay estudio o reconstrucción alguna de los espacios, que son reales siguiendo el tono del resto de elementos de la película.

Todas estas técnicas prestadas del lenguaje documental consiguen transmitir una sensación de verdad, de realidad de las historias, que consigue traspasar la pantalla y llegar a los espectadores con tal naturalidad que apenas percibimos la ficción.

Transfondo social

La denuncia social permanece apegada a las historias como en un segundo plano, por debajo de la intensidad derivada de la simple contemplación de realidad.

El viaje del anciano por reencontrarse con su perro resulta ser un recorrido para conseguir la expiación de su alma. Esta historia aporta el componente dramático a la trama. El perro se había escapado pocos días después de que el anciano atropellara accidentalemnte a una persona a la que no se detuvo a prestar auxilio. Este acontecimiento fortuito estuvo años en su conciencia y sólo con el perdón final del perro queda liberado de la carga de la culpa.

Su familia le niega la ayuda que le hace falta para llegar a San Julián, lo cual da pie a Sorín a mostrar la amabilidad y solidaridad característica de la gente humilde. Su primera ayudante es una mujer que le ofrece llevarlo en su coche, sin que el anciano lo solicitase. Una vez que consigue llegar a su destino es un hombre el que le ofrece cobijo y compartir la cena con la promesa de acompañarlo a la mañana siguiente a buscar al perro. Para muchos nos es dificil comprender estos actos altruístas debido a la agitada y competitiva vida característica de los núcleos urbanos, en que no hay cabida para la solidaridad. Con ello, solo podemos sentirnos conmovidos ante la amabilidad entre desconocidos y avergonzados por no prodigarla.

Roberto, el comerciante, detiene su vida para conseguir el amor de una mujer. Su fe en los libros de autoayuda que vende resulta un tanto rídicula y enternecedora a la vez.

Las historias se van alternando en el transcurso de la trama e incluso el personaje de Roberto y el anciano realizan un trayecto del viaje juntos. En cada parada aparece la televisión como elemento de fondo al que Sorín realiza una crítica desgarradora sobretodo en la historia de María. El cutrísimo plató de televisión aparece para desmitificar esa imagen falsa de la televisión asociada con el glamour. El desinterés del presentador así como de las personas encargadas de la producción del programa hacia María, una mujer que desprende ternura por todos sus poros, contrasta con la solidaridad del resto de secundarios que aparecen en la trama. Lo que transmite es un sentimiento de fuerte repulso hacia el mundo corrompido del espectáculo.

El recorrido que hacemos junto con los personajes está plagado de pequeñas situaciones dramáticas y pequeños milagros cotidianos. Al final, al contrario de lo que normalmente sucede con este tipo de películas, hay sitio para la esperanza. El sentimiento que queda es el de haber convivido por unos horas con tres personas que nos han permitido acercarnos a su vida y sus dilemas personales. Este acercamiento lo hacemos a través de la mirada de Sorín que pone la camara al servicio de la belleza contenida en la simplicidad de situaciones cotidianas de gente verdad.